miércoles, 5 de noviembre de 2014

DISEÑO CURRICULAR POR COMPETENCIAS

 
 

PROPÓSITO DE FORMACIÓN:

Apropiar los postulados del diseño curricular  por competencias

 
TOMADO DEL PROYECTO  DISEÑO CURRICULAR POR COMPETENCIAS PARA LA EDUCACIÓN MEDIA DEL DEPARTAMENTO DE ANTIOQUIA. AÑO 2007. PROPUESTA DE DISEÑO CURRICULAR POR COMPETENCIAS PARA LA EDUCACIÓN MEDIA DEL DEPARTAMENTO DE ANTIOQUIA

        Aproximación a las concepciones del currículo y su diseño[1]

Aproximarse a las diferentes concepciones curriculares que han existido a lo largo de la historia de la educación es una tarea compleja, especialmente si el currículo es entendido como una propuesta cultural que busca, en el mejor sentido de la palabra, trasmitir los saberes, actitudes y valores que comporta una colectividad humana a sus nuevas generaciones.

Abraham Magendzo[2] se refiere a la concepción curricular como aquellos aspectos doctrinarios e ideológicos que sustentan los diseños educativos, es decir, al proceso racional, ordenado y burocrático de planificar y estructurar los diferentes componentes del currículo.

En ese sentido, es necesario reconocer de entrada que el currículo en su complejidad es el instrumento más fiable y coherente con el que cuenta el sistema educativo para hacer realidad los fines y objetivos que se propone un Estado, un gobierno, una comunidad o una institución educativa.

Por lo tanto, reconocer que las concepciones curriculares están sustentadas en aspectos doctrinarios e ideológicos, es evidenciar que los diseños curriculares son los que vehiculizan el sentido que adquiere un proyecto educativo en sus diferentes componentes: enfoque pedagógico, metas educativas, relación docente–estudiante, contenidos, recursos y mecanismos de evaluación, por citar los más visibles y determinantes.

Michael Schiro[3] identifica cinco ideologías dominantes que han influido en las prácticas curriculares de la educación formal: académica, tecnológica o de eficiencia social, tecnológica en América Latina, realización personal y reconstruccionista social

Cuadro 1. Concepciones curriculares
Concepción curricular
Énfasis y características
Académica
Centra el currículum en las disciplinas de estudio y asume que educar en ellas es educar para la vida. Preservar la cultura de las disciplinas es, en última instancia, indispensable para preservar la civilización.

Los diseñadores que trabajan en esta concepción estiman que todo el contenido curricular se encuentra en el saber acumulado por la academia y que el currículo se expresa en las asignaturas de estudio que componen el plan de estudios. Las necesidades psicológicas del estudiante y los problemas de la sociedad pasan a un segundo plano como fuentes de contenidos curriculares.
Tecnológica o de eficiencia social
Su intención última es preparar al sujeto niño–joven para que se convierta en un adulto capaz de interactuar activa y eficientemente en su medio, de suerte que contribuya a mantener el equilibrio de la sociedad y propenda a su perfeccionamiento.

En esta concepción, el criterio para valorar el currículo está ligado a la eficiencia de fines y medios. Los primeros deben estar claramente especificados y son eficientes, valiosos, en la medida en que reflejan las necesidades de la sociedad. La eficiencia de los medios se juzga en términos de costos óptimos en tiempos, dinero y recursos para alcanzar los fines propuestos.
Tecnológica en América Latina
Los diseñadores de currículos y los docentes se preocuparon por formular los objetivos educacionales en términos operacionales, desarrollar redes jerárquicas entre estos objetivos y relacionarlos con los medios para alcanzarlos y los instrumentos para evaluarlos.

La preocupación por si los objetivos respondían a las necesidades sociales estuvo prácticamente ausente. Darle prioridad al aspecto metodológico frente a orientación social llevó a que esta concepción perdiera su fuerza socialmente formadora y se convirtiera en una práctica rutinaria.
Realización personal
Ubica al estudiante en el centro del currículo y le confiriere plena libertad para su crecimiento integral. En esta concepción, la sociedad, los padres y los maestros no deben intentar controlar el crecimiento de los niños o pretender moldearlos de acuerdo con sus expectativas.

Hay plena confianza en darle al estudiante la autonomía suficiente para que decida libremente respecto a su aprendizaje. Al tomar decisiones respecto al currículo, los intereses de los niños priman sobre los de las disciplinas de estudio, los padres o los docentes, así como sobre las necesidades sociales.

Un aspecto importante de esta concepción es que el estudiante crece al estar en contacto y experimentar con su contexto social. El conocimiento surge de la experiencia vital de la persona que aprende con su medio. Además, el estudiante es un sujeto hacedor de significados.



Reconstruc–cionista social
Plantea la necesidad de hacer del currículo una instancia para reconstruir la sociedad y actuar sobre ella de suerte que se contribuya decidida e intencionalmente a la solución de los problemas que la afectan.

Los elaboradores de currículos en esta modalidad parten de la premisa de que la supervivencia de la sociedad está amenazada por una serie de problemas agudos, como la pobreza, el sexismo, la polución, el abuso infantil, la corrupción, la explosión demográfica, etc.

Los educadores y, en especial, los responsables del currículo tienen una gran responsabilidad en preparar y formar a los estudiantes para que se sumen masiva y activamente a la solución de los problemas mencionados.
Fuente: Elaboración con base en SCHIRO, Michael, citado por MAGENDZO, Abraham. Currículum, educación para la democracia en la modernidad. Bogotá: PIIE–Instituto Luís Carlos Galán, 1998 p. 18.

Frente a lo anterior, es necesario advertir que estas concepciones no se presentan de manera aislada en el marco de una experiencia educativa. Por el contrario, una institución educativa puede adoptar un énfasis basado en la académica, pero ello no le impide que en su estructura curricular acoja rasgos característicos de otras concepciones.

En ese mismo sentido, toda concepción curricular hace parte de una visión pedagógica. En otras palabras, si la postura obedece a rasgos propios de la educación tradicional, ésta se verá reflejada en la manera de organizar y disponer el currículo. El debate y la pregunta de fondo que surge en el marco de esta reflexión acerca de las concepciones curriculares es ¿cuál es el enfoque más pertinente para construir una propuesta curricular que promueva la formación de competencias básicas, laborales y ciudadanas?

Obviamente, no hay respuesta ni certezas frente a dicho interrogante, en el sentido en que la construcción curricular de una propuesta educativa obedece a parámetros internos y externos –como las características de la población, los conflictos regionales, la vocación productiva y las relaciones sociales de poder, entre otras– que influyen de manera determinante en las prácticas educativas que adopta una comunidad.

Lo que si es necesario advertir, tanto a los responsables del currículo prescrito como a los diseñadores institucionales (currículo moldeado por los profesores), es que una propuesta de diseño curricular, imprescindiblemente tendrá que superar los diseños convencionales del currículo que limitan este rico y complejo proceso a la formulación de un plan de estudios:

“El currículo convencional tal como se entendió tradicionalmente (desde el siglo XVII en los colegios de los jesuitas) es el plan de estudios, un esquema de distribución de disciplinas y contenidos según grados, intensidades y prerrequisitos para organizar y normativizar la enseñanza. Es un esqueleto formal y estático que dice muy poco de lo que realmente ocurre en las aulas. Desde mediados del siglo XX la influencia conductista permitió centrar todo el interés en el currículo, definir con cuidado y de manera no abstracta y formal sino operacional todos los eventos, tipos y objetivos de aprendizaje, su estructura y secuencia, de tal manera que la ejecución del currículo en el aula no fuera una improvisación espontánea del maestro sino un meticuloso cumplimiento de la programación”[4].

Ahora, si la idea es trabajar desde un enfoque de formación por competencias, es necesario preguntarse por las concepciones curriculares que permiten dicho propósito. Para dar una respuesta se debe definir qué se entiende por enfoque de competencias o más bien por el complejo proceso de formación por competencias.

En el contexto del sector educativo nacional, la noción de competencias fue acuñada por el ICFES al momento de presentar el marco de fundamentación conceptual para el nuevo Examen de Estado.

“Competencia es un saber hacer en contexto, es decir, es el conjunto de acciones que un estudiante realiza en un contexto particular y que cumple con las exigencias específicas del mismo. En el Examen de Estado las competencias se circunscribirán a las acciones de tipo interpretativo, argumentativo y propositivo que el estudiante pone en juego en cada uno de los contextos disciplinares que hacen referencia, por su parte, al conjunto móvil de conceptos, teorías, historia epistemológica, ámbitos y ejes articuladores, reglas de acción y procedimientos específicos que corresponden a un área determinada”[5].

El ingreso de esta noción al contexto del sector educativo y, particularmente al de las instituciones educativas, trajo como consecuencia un afán desaforado por hacer de los procesos formativos en las instituciones educativas un laboratorio de acciones interpretativas, argumentativas y propositivas que se asemejaba más a una acción mecánica orientada a entrenar estudiantes para alcanzar notorios resultados en las pruebas de evaluación externa (, SABER y otras de carácter regional).

Abordar este proceso sin una mediación pedagógica llevó a la instituciones educativas a adoptar una postura instrumental de la educación, tal y como lo reconoce Bernett: “La competencia no es problemática en sí misma como objetivo educativo y se torna como tal cuando cumple cualquiera de estas dos condiciones: a) cuando la competencia se convierte en el objetivo principal y se dejan de lado otros objetivos importantes o, b) cuando la competencia se piensa de un modo demasiado restringido” [6].

Formar en competencias es un asunto que desborda las orientaciones y exigencias que entraña la política pública en educación, es un proceso que implica una dinámica de transformación pedagógica y por ende de transformación curricular. Por eso, recuperar o recontextualizar viejas preguntas que son claves al momento de diseñar un proceso educativo cobra sentido al momento de pensar en lo que es un proceso de formación por competencias: ¿para qué formar? ¿A quienes formar? ¿A través de qué métodos? ¿Con qué contenidos? ¿Con qué recursos? ¿Bajo qué parámetros evaluativos?

Interrogarse por estas preguntas es darle paso a un proceso formativo mediado por unos fines y unos intereses educativos. Obviamente, es despojar de la carga instrumental la noción de competencia y darle paso a los Proyectos Educativos Institucionales–PEI que, en esencia, son apuestas éticas, políticas, pedagógicas y curriculares para contribuir con la formación integral de seres humanos autónomos, libres, críticos, dispuestos a dar lo mejor de sí para participar en la construcción de una sociedad más incluyente y respetuosa con la vida en todas sus dimensiones.

Desde esta perspectiva, un enfoque de formación por competencias no debe medirse única y exclusivamente por los buenos resultados que se obtienen en una prueba escrita. Los alcances de la formación deben valorarse fundamentalmente en las actuaciones (éticas y políticas) de los miembros de la comunidad educativa respecto al uso del conocimiento en la construcción de su proyecto de vida personal, familiar, comunitario y social. Este proyecto no sólo está determinado por los conocimientos conceptuales provenientes del saber disciplinar, sino también por los conocimientos culturales que se adquieren y circulan en la experiencia formativa que es, en esencia, una experiencia dialogal atravesada permanentemente por diversidad de saberes.

En tal sentido, un diseño curricular concebido desde estas intencionalidades y características permitiría evitar ciertas posturas que desnaturalizan el enfoque de formación por competencias:

“Hoy se ha vuelto un lugar común en las instituciones educativas (públicas y privadas) como antesala a la realización de los exámenes de estado (ICFES) y de los aplicativos de las pruebas SABER, la realización de una serie de eventos ‘preparatorios’: cursos preicfes, simulacros de pruebas, etc., cuyo propósito es alcanzar los más altos puntajes y quedar clasificados dentro de los ‘mejores centros educativos del país’, sin importar los procesos educativos que se vienen desarrollando y desconociendo muchas veces los principios (filosóficos, pedagógicos, didácticos y curriculares…) esbozados en los PEI”[7].

Claro que interesan los buenos resultados, pero en función de procesos intencionados que superan la instrumentalización del saber por la construcción de los fines de la educación, esbozados, en gran parte, por la Ley General de Educación. Además, aunque el proceso de formación por competencias es un debate inacabado, en el que afortunadamente no se ha dicho la última palabra, la construcción de un diseño curricular para la educación media en el departamento de Antioquia puede orientar su proceso formativo, apoyado en una noción más amplia y pertinente como la que presenta el Profesor Vasco:

“Competencia es un conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes, comprensiones y disposiciones: cognitivas, metacognitivas, socioafecivas y psicomotoras –apropiadamente relacionadas entre sí– para facilitar el desempeño flexible, eficaz y con sentido de una actividad o cierto tipo de tareas en contextos relativamente nuevos y retadores”[8].

En esencia, lo que persigue un proceso de formación por competencias es formar para la vida, para un vida con sentido, una vida en permanente construcción que es alimentada por los saberes (conceptuales, procedimentales y actitudinales) que se reciben con los aportes de la educación formal, pero también de la no formal e informal. Por eso, si la formación recibida no sirve para “facilitar el desempeño, flexible y eficaz”, se puede decir que ésta sigue afincada en la formación tradicional, memorística y descontextualizada.


Mientras los sistemas educativos formales propenden
a dar prioridad a la adquisición de conocimientos,
en detrimento de otras formas de aprendizaje,
importa concebir la educación como un todo.
En esa concepción deben buscar inspiración y
orientación las reformas educativas, tanto en la
elaboración de los programas como en la definición
de las nuevas políticas pedagógicas”[9].

Jacques Delors

Este fragmento de Jacques Delors tiene la intención de mostrar que un proceso de formación basado en competencias debe considerar que los conocimientos básicos para la vida no se agotan en la formalidad del saber disciplinar que se imparte, aún más cuando la etapa del proceso formativo en que se encuentran los estudiantes es determinante para fortalecer el vínculo con el mundo laboral, político y social; y cuando un porcentaje bastante reducido podrá alternar estas nuevas vivencias con la educación superior.

Esto significa que la formación por competencias no está determinada por el cúmulo de conocimientos disciplinares, sino que éstos hacen parte de un andamiaje complejo en el que éstos, como dice Carlos Vasco, hacen parte de un conjunto que se encuentra al lado de las habilidades, actitudes, comprensiones y disposiciones que buscan que la formación recibida sea un soporte para el desenvolvimiento en la vida (personal, familiar, comunitaria, afectiva, política, laboral, etc.).

En ese sentido, la formación por competencias y su correspondiente diseño curricular deberá entender que cualquier ciclo educativo hace parte de una plataforma que se llama educación para la vida. Es por eso que en el marco conceptual se proponen como referentes los cuatro pilares para la educación del Siglo XXI propuestos por la UNESCO[10] (recuadro 1).


Recuadro 1. Pilares de la educación

    Aprender a conocer, a través de la combinación de una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo anterior supone, además, aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.

    Aprender a hacer, a fin de adquirir no sólo una calificación profesional sino, de manera más general, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo.

También aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes, bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.

    Aprender a vivir juntos, a partir del desarrollo de la comprensión del otro, la percepción de las formas de interdependencia –realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos– y el respeto a los valores del pluralismo, la comprensión mutua y la paz.

    Aprender a ser, para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no se debe menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para comunicar.

Fuente: Elaboración propia con base en La educación encierra un tesoro de Jacques Delors. 1996.

Este marco de actuación para la educación del futuro le traza a la educación formal  unos derroteros importantes, que se constituyen en referentes a la hora de diseñar un currículo. Los más trascendentales son:

   La forma tradicional de organizar los currículos se ha dado fundamentalmente a través de la estructuración rígida de planes de estudio, orientados a capturar el conocimiento esencial que se produce en cada una de las disciplinas. Por eso, su principal objetivo ha sido “aprender los conceptos disciplinares de cada área o materia” (química, física, economía, ciencia política, matemáticas, etc.) en el sentido que educarse en ellas es educarse para la vida.

Tal y como se afirmó anteriormente al analizar el concepto  de competencias, formar desde este enfoque no riñe con los contenidos disciplinares, pero éstos no son suficientes. Para una formación por competencias es importante entender que el conocimiento logra ser comprendido y apropiado en la medida en que éste se conecta con las necesidades personales y sociales del sujeto que conoce. Además, las necesidades no sólo son de orden conceptual, son procedimentales, actitudinales, en otras palabras, son de proyecto de vida.

Por lo tanto, el énfasis para un diseño curricular en la educación media debe estar puesto en los proyectos de vida (investigativos, productivos, académicos, de acción ciudadana, culturales, entre otros), en tanto permiten la articulación entre conocimientos, habilidades y actitudes.

Al respecto, Luisa Pinto ofrece algunos elementos para estructurar un currículo por competencias: “el referente para elaborar el currículo no es el conocimiento estructurado por especialidad académica, sino situarse frente al individuo y preguntar cuáles son los conocimientos, habilidades y actitudes que necesita para crecer intelectual, afectiva, emocional y corporalmente a lo largo de su proceso evolutivo. Ubicarse frente a la sociedad y preguntarse qué es lo que la escuela debe hacer para garantizar que niños y jóvenes puedan leerla con propiedad, descubrir sus fortalezas y debilidades y actuar en ella reforzándola y cambiándola para un desarrollo sostenido que dé prioridad a lo humano. Es también ubicarse frente al proceso de aprendizaje, y encontrar las competencias que éste pueda lograr con autonomía”[11].

A esto se refiere la UNESCO cuando insiste en la necesidad de fortalecer el “aprender a aprender”, de tal manera que el estudiante que egresa de la educación media cuente con las competencias necesarias para seguir aprendiendo a lo largo de su vida.

   Cuando se propone en el apartado anterior que el diseño curricular por competencias debe privilegiar el desarrollo de proyectos, esto se hace con la intención de hacer viable el pilar de la UNESCO de “aprender a hacer”. Sólo en la medida en que los conceptos se articulan con el contexto, en que se utilizan los procedimientos para intervenir una situación y en que se asumen posturas éticas para desplegar nuestra acción, es posible afirmar que la educación sirve para la vida.

El aprender a hacer posibilita la adquisición de nuevos conocimientos relevantes para la acción; favorece la autonomía, además de la capacidad analítica y crítica; pero sobre todo, fortalece la capacidad de crear en función de las necesidades personales y comunitarias. De manera consecuente con este planteamiento, un referente importante para estructurar un currículo por competencias es la acción, no entendida como activismo desaforado, sino como la posibilidad de hacer realidad el proyecto construido en un diálogo de saberes (disciplinares, culturales, populares) que enmarcan las necesidades más sentidas por parte de la comunidad educativa.

   Como se observó en las concepciones curriculares, todo diseño está determinado por unas intencionalidades, toda vez que la educación no sólo gravita alrededor de los conceptos disciplinares, sino también de intereses sociales. Por eso, la Ley General de Educación establece unos fines educativos que no se agotan en lo académico y lo tecnológico, sino que van mucho más allá y determinan como finalidades de la educación colombiana la identidad, el respeto a las diferencias étnicas, la convivencia ciudadana, la defensa y promoción de los Derechos Humanos y la protección del ambiente, entre otros[12]

Dichas finalidades no distan del propósito de la UNESCO cuando invita a la educación del Siglo XXI a educar para “aprender a vivir juntos”, a través de la realización de proyectos comunes, del abordaje y tratamiento –no violento– de los conflictos y de la búsqueda de la paz, entre otros.

Una manera de entender y contextualizar este pilar en las condiciones colombianas pueden ser las competencias ciudadanas propuestas por el Ministerio de Educación en 2004. En ellas hay un referente importante para estructurar currículos de formación ciudadana con un enfoque de Derechos Humanos que permita fortalecer y/o construir la convivencia y la paz, la participación y responsabilidad democrática, así como la pluralidad y el respeto por las diferencias.

   Lamentablemente, la instrumentalización de la educación con fines sustentados en una racionalidad técnico–laboral que centra el proceso educativo y, por ende, los diseños curriculares en la posibilidad de aportar los perfiles demandados por la empresas y los diversos circuitos de producción, debilitó en muchas instituciones educativas los procesos de formación encaminados a fortalecer el conocimiento de sí mismo, el desarrollo de la autonomía, el pensamiento crítico y propositivo, así como la posibilidad de construir proyectos de vida en los que el trabajo y la producción son apenas una dimensión.

Desde esa perspectiva, no es absurdo pensar y estructurar un currículo para la educación media del departamento de Antioquia que enlace las competencias básicas, laborales y ciudadanas en función de uno de los pilares de la educación del futuro: “aprender a ser”. El fortalecimiento del ser humano y su dignidad, es una tarea urgente y permanente de cualquier proyecto educativo que fortalece la calidad de las competencias que adquieren los estudiantes para su desempeño en el mundo académico, laboral y ciudadano.

Por lo tanto, el diseño curricular por competencias necesariamente tendrá que abordar el asunto de la identidad individual y colectiva, para lo cual, como propone la UNESCO, no se pueden menospreciar las capacidades y posibilidades con que cuenta cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para comunicar. Éstas son un factor clave para potenciar una educación con sentido y con significado para las personas y sus comunidades.

Lo anterior, necesariamente implica una noción diferente de educación que fortalezca todas las potencialidades humanas, tal y como lo propone Paulo Roberto Padilla: “educar e incluir socialmente consiste en potenciar permanentemente la relación humana. Una persona educada es aquella que convive con la otra, estética, crítica y éticamente. Entonces, educación significa la capacidad humana de convivencia social y de reconocimiento de la autoestima e identidad, para que se revelen todas las potencialidades humanas. Es educar para que los niños sean hábiles, curiosos, despiertos, que pregunten, indaguen, problematicen, gusten de la gente y aprendan de manera placentera. Desde esta perspectiva, es cuidar al ser humano, trabajar las relaciones respetuosas entre sujetos…”[13].


Para desarrollar este punto vale la pena preguntarse ¿qué implicaciones tiene el diseño de un currículo basado en competencias?

Como se mencionó en apartados anteriores, un diseño curricular por competencias supone apartarse de la formulación del currículo parcelado en áreas, es así como se deben integrar nuevos elementos y estrategias que permitan visualizar el proceso de formación desde una perspectiva que aborde la visión integral del individuo.

La formación basada en competencias se orienta hacia la formación humana integral como condición de todo proyecto pedagógico, lo que supone integrar la teoría y la práctica. De igual manera, la praxis desde esta perspectiva permite promover la continuidad entre todos los niveles educativos, además de los procesos laborales y de convivencia; fomentar la construcción del aprendizaje autónomo; y orientar la formación y el afianzamiento del proyecto de vida. Esto exige la trascendencia del currículo basado en asignaturas para fundamentar la organización curricular con base en proyectos y problemas.

Así mismo, es importante tener en cuenta que, tal como lo expresa Tobón, el estudio del entorno debe tener un enfoque sistémico, con el fin de determinar las diversas demandas en sus interdependencias, para que tal perspectiva sea llevada a su vez al currículo. Se considera sistémico en el sentido que el proceso de formación es un conjunto de interrelaciones que no se pueden desligar para su estudio, sino que se deben considerar como un todo. De ahí la importancia de considerar los diversos tipos de saberes como el conocimiento común, el científico y el ancestral, entre otros. Todo ello, desde un planteamiento ético, que considera generar responsabilidad consigo mismo, la sociedad y la especie en su conjunto.

Para este proyecto, uno de los puntos de partida lo constituye la observación del entorno, lo que implica un reconocimiento de las necesidades del contexto institucional. En el caso de Antioquia, se requiere tener en cuenta las competencias laborales y ciudadanas, integradas con las competencias básicas, toda vez que se debe atender al proceso de formación de la educación media, sin perder vista las posibilidades de la educación superior y la vida laboral.

De acuerdo con lo anterior, es conveniente abordar las siguientes características del diseño curricular por competencias: integralidad, transversalidad, articulación entre grados y niveles, programas (investigación e innovación) y flexibilidad. De igual manera, se propone considerar la metodología de proyectos y la estructuración por módulos.


Para tratar este punto es necesario recurrir a la idea de la naturaleza compleja del ser humano, ya que éste es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico. Como lo expresa Morín[14], es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que está completamente desintegrada en la educación a través de las disciplinas y es la que ha imposibilitado aprender eso que significa ser humano. Es necesario restaurarla de tal manera que cada uno, desde donde esté, tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común con todas las demás personas.

Por ello, en el encuentro con el individuo y el colectivo se evidencia el ser que piensa, actúa, siente, se comunica, en fin, un sujeto que reconstruye diariamente su propio mundo, que interactúa con los demás en una relación en la que se ejercen influencias mutuas. Esto puede ser explicado desde muchas teorías, pero desde el enfoque de competencias se hace referencia a dos autores: Pinto y Tobón.

Según Pinto Cueto[15], un estudiante competente es el que combina efectivamente cuatro tipos de saberes: uno conceptual (o simplemente “saber”), uno procedimental (saber hacer), uno actitudinal (saber ser) y, finalmente, uno metacognitivo (saber aprender).

Tobón[16] los describe teniendo en cuenta que conceptualizar las competencias dentro del marco general de la formación humana con base en el pensamiento complejo se apoya en los criterios de desempeño:

   Saber ser: asume las competencias dentro del marco de la formación humana y el pensamiento complejo.
   Saber conocer: conceptualiza la formación de las competencias como un proceso complejo, teniendo en cuenta el proyecto ético de vida y la transdisciplinariedad.
   Saber hacer: integra en el análisis de las competencias el contexto personal, social, laboral–empresarial, familiar y educativo, acorde a los propósitos de un determinado proyecto pedagógico.

Lo anterior lleva implícita la necesidad de establecer estrategias de integración de estos aspectos.


Es el ejercicio de integrar al currículo dimensiones formativas que no son monopolio de un área o asignatura, sino que las cruzan a todas y deben permear la experiencia educativa de los estudiantes.

Para lograr la transversalidad del currículo se recomienda:

   Explicitar la acción formativa predominante en el sistema escolar que debe ser atendida por las áreas académicas.
   Atender al enfoque y al eje articulador de las acciones académicas de la institución educativa, los cuales deben pensarse desde su filosofía y desde el perfil del egresado que se desea formar.
   Procurar los objetivos transversales definidos para la educación media: el desarrollo intelectual y moral del estudiante, así como su preparación para el mundo laboral y la educación superior.
   Desarrollar proyectos transversales al plan de estudios que incidan en la cultura escolar y transformen las relaciones entre estudiantes y profesores; y entre éstos, el conocimiento y el contexto.
   Vincular la escuela al contexto social, a través del fomento entre los estudiantes de la democracia, la tolerancia, el trabajo participativo y la aceptación de la diversidad.

Los Estándares Básicos de Competencias[17] presentan una propuesta de transversalidad ya que integran las competencias con conocimientos básicos, procesos generales y contextos. Por consiguiente, no se presentan como un listado detallado de contenidos ni como una serie de conceptos o procesos aislados. Sus dos características más sobresalientes son la transversalidad y la intencionalidad de dotar de significado esta relación.

Por tal razón, la propuesta de estándares constituye un insumo importante para esta propuesta curricular.


El diseño de la estructura curricular debe contemplar elementos que favorezcan la articulación de los grados y los niveles educativos. De esta forma se genera entre los estudiantes una apreciación de unidad y coherencia en los estudios y se disminuyen las posibilidades de que existan rupturas bruscas al avanzar de un nivel educativo a otro.

La propuesta de los lineamientos y de los estándares básicos de competencias presenta una posibilidad viable al considerar referentes por conjuntos de grados. Esto favorece planteamientos y metas conjuntas y permite verificar procesos.

De esta forma, se sugiere a las instituciones educativas:

   Hacer un balance sobre el estado del estudiante al terminar un grado.
   Destinar espacios para que los docentes de la misma o de diversas especialidades, así como de diferentes niveles, realicen planeaciones conjuntas.
   Diseñar y ejecutar proyectos pedagógicos articuladores entre grados.
   Socializar experiencias significativas.
   Propiciar procesos de articulación con la educación para el trabajo y la educación superior técnica, tecnológica o universitaria, para favorecer la continuidad de los estudiantes en el sistema educativo.

Este último abordaje de la articulación entre la media, la educación para el trabajo y la superior no significa que las instituciones educativas académicas deban convertirse en técnicas, sino más bien asegurar por un lado, niveles de desempeños adecuados en competencias básicas y el desarrollo de competencias generales para el trabajo que puedan ser aplicadas en los espacios productivos (académicos o de producción económica) a los que se enfrentarán los egresados. La articulación entre niveles favorece la apropiación del principio del enfoque de formación por competencias que es la educación a lo largo de la vida.

La articulación puede tener variados aliados: el Sena, el sector productivo, las instituciones de educación superiores y las entidades de educación para el trabajo y el desarrollo humano. Incluso las instituciones de educación media de carácter académico pueden articularse para fortalecer el desarrollo de competencias: a) básicas mediante procesos de refuerzo o nivelación, b) laborales generales a través de talleres de formación en estas competencias o la vivencia del mundo productivo en escenarios laborales reales, c) específicas en programas en jornada contraria que se convierten en un valor agregado a la formación académica, los cuales pueden ser desarrollados por instituciones de educación superior o entidades de educación para el trabajo y el desarrollo humano.


La investigación es fuente de nuevos conocimientos por lo que se le considera el motor de desarrollo de la institución educativa. Contrastar la teoría con la realidad pedagógica permite descubrir problemas y diseñar modelos de interpretación e intervención.

Así mismo, permite determinar  el conocimiento necesario para mejorar la comprensión y la implementación de nuevos sistemas curriculares tendientes a mejorar la formación del estudiante para convertirlo en una persona íntegra y competente.

De otra parte, la innovación puede originarse en una crisis frente a lo que se hace, así como en un deseo de cambio o mejoramiento de las prácticas o las teorías. La escuela debe incentivar a su comunidad educativa para que entable procesos autónomos, libres y espontáneos que conduzcan a la innovación en el aula de clase.

La relación entre los logros, los indicadores y las competencias; la interdisciplinariedad y la integración curricular; el diseño y desarrollo de modelos y experiencias pedagógicas; y la pertinencia frente al entorno social, cultural y productivo son temas para investigar e innovar dentro de las instituciones educativas. Así, se sugiere:

   Plantear hipótesis que puedan ser validadas en el aula de clase.
   Analizar de manera sistemática y organizada el contexto educativo y territorial productivo de la institución.
   Definir líneas de investigación entre los docentes.
   Sistematizar la práctica pedagógica y sus resultados.
   Promover la investigación entre los estudiantes.
   Recoger información secundaria sobre las condiciones, necesidades y proyecciones de desarrollo social, cultural y productivo, tanto de la región en la que está inmersa la institución educativa, como del contexto nacional e, incluso, internacional.


Para Michael Schiro, las tres características básicas del currículo son su flexibilidad, la adaptación al medio y la investigación. El carácter flexible está sustentado en su estructura con un alto grado de relaciones internas que permitan su navegabilidad y la definición de muchas rutas diferentes para su desarrollo. La flexibilidad guarda relación con su adaptación al medio, en la medida en que responda a las necesidades de la comunidad educativa y de su entorno. Esto último también lo hace pertinente. La investigación implica entender cómo una comunidad educativa puede contextualizar, innovar y transformar sus prácticas pedagógicas para hacer el currículo más pertinente[18].

Desde otro punto de vista, la flexibilidad puede interpretarse como la posibilidad de que la oferta educativa articulada con otros permita a los estudiantes establecer itinerarios de formación en la educación superior o en la educación para el trabajo y el desarrollo humano al terminar la educación media. Esta flexibilidad en la media se podría asumir desde un amplio conjunto de oportunidades para los estudiantes tales como: observaciones pedagógicas en empresas reales para fortalecer competencias laborales generales, prácticas de carácter general en empresas, participación en proyectos


Existen muchas rutas para poner a prueba la propuesta curricular basada en competencias, una de ellas es la metodología por proyectos. Desde sus comienzos, el desarrollo curricular y la planificación utilizan diferentes métodos para realizar el trabajo en el aula y en la institución. Kilpatrick, Dewey, Decroly, Montessori y otros tantos hablan de proyectos.

Trabajar con proyectos no responde únicamente al cambio de metodologías pasivas de trabajo en el aula, sino que en un primer momento se deben replantear las relaciones educador–educando–conocimiento.

El método de proyectos emerge de una visión de la educación en la cual los estudiantes toman una mayor responsabilidad de su propio aprendizaje y en donde aplican, en proyectos reales, las habilidades y conocimientos adquiridos en el salón de clase. Esta metodología busca enfrentar a los alumnos a situaciones que los lleven a rescatar, comprender y aplicar aquello que aprenden como una herramienta para resolver problemas o proponer mejoras en las comunidades en donde se desenvuelven.

Cuando se utiliza el método de proyectos como estrategia, los estudiantes estimulan sus habilidades más fuertes y desarrollan algunas nuevas. Se motiva en ellos el amor por el aprendizaje, un sentimiento de responsabilidad y esfuerzo, y un entendimiento del importante rol que tienen en sus comunidades.

Es así como el método de proyectos puede ser definido como un conjunto de atractivas experiencias de aprendizaje que involucran a los estudiantes en proyectos complejos y del mundo real, a través de los cuales desarrollan y aplican habilidades y conocimientos.

Los estudiantes en el método de proyectos son activos y desarrollan actividades de forma sistemática y organizada que permiten poner en juego distintas competencias  simultáneamente. Esto implica una mayor viabilidad para el desarrollo del currículo desde el enfoque de las competencias. La pedagogía por proyectos no se reduce únicamente a una técnica educativa o a un nuevo método, sino que implica un cambio en el rol de los educandos en la escuela.

Estas experiencias en las que se ven involucrados hacen que aprendan a manejar y usar los recursos de los que disponen (el tiempo y los materiales, por ejemplo), así como que desarrollen y pulan habilidades académicas, sociales y de tipo personal a través del trabajo escolar y que están situadas en un contexto que es significativo para ellos. Muchas veces sus proyectos se llevan a cabo fuera del salón de clase donde pueden interactuar con sus comunidades, de manera que todos se enriquecen de esta relación.

El método de proyectos es una estrategia de aprendizaje que se enfoca en los conceptos centrales y principios de una disciplina, involucra a los estudiantes en la solución de problemas y otras tareas significativas, permite a los alumnos trabajar de manera autónoma para construir su propio aprendizaje y culmina en resultados reales generados por ellos mismos[19].

Un proyecto debe contener como mínimo los siguientes elementos: identificación y descripción del problema, definición del proyecto, propósitos, impacto, necesidades y experiencias de aprendizaje, sistematización y proceso de evaluación.

Adicionalmente, para las experiencias de aprendizaje se debe definir su título, duración, propósitos, conceptualización, estrategias (acciones a realizar), reflexión de la práctica, sistematización y evaluación.


La metodología de proyectos puede tener una concreción interesante mediante la presentación y desarrollo de módulos. Éstos pueden definirse como una unidad de sentido que organiza el proceso de formación a partir de objetivos claramente definidos y evaluables.

Al diseñar un módulo desde la concepción de competencias es necesario clasificar conceptualmente sus componentes, con el fin de imprimirle la coherencia que permita su entendimiento y desarrollo. También es importante tener en cuenta que los módulos se asocian a unidades de competencia.


“Las ideas pedagógicas más aceptadas y potencialmente
más renovadoras pueden coexistir y de hecho coexisten
con una práctica escolar obsoleta … Por eso la renovación del
curriculum en tanto plan estructurado por sí solo no es
suficiente para provocar cambios sustanciales en la realidad.
El discurso pedagógico, si no totaliza todo ese entramado de
prácticas diversas, no incide rigurosamente en su análisis,
será incapaz de proporcionar verdaderas alternativas
de cambio en las aulas”[20].

Gimeno Sacristán

Tal y como se ha argumentado a lo largo de este marco conceptual, la educación para el desarrollo de competencias es una educación para la vida, en la que los saberes aprendidos cobran sentido en la medida en que se emplean para desempeñarse en la vida como sujetos con identidad, porque cuentan con un proyecto de vida personal, social y político. Según Touraine[21] la identidad del sujeto sólo puede construirse mediante tres fuerzas:

   El deseo personal de conservar la unidad de la personalidad, desgarrada entre el mundo instrumental y el mundo comunitario.
   La lucha colectiva e individual contra los poderes que transforman la cultura en comunidad y el trabajo en mercancía.
   El reconocimiento interpersonal del otro como sujeto.

Desde este argumento ético y pedagógico se proponen los siguientes referentes pedagógicos para facilitar una educación por competencias:

   La deconstrucción. Ésta es una de las mejores estrategias que se ha implementado en los últimos tiempos en los procesos críticos de la educación popular. Además, “permite trabajar en la búsqueda y construcción de sentido, en lo individual y colectivo de ese nuevo hacer, sentir y ser propuesto desde la opción ético–política de la educación popular”[22].

De acuerdo con los autores mencionados, “la deconstrucción es una alternativa de trabajo educativo desde la opción de la educación popular que hace posible someter cualquier conjunto de prácticas a un examen y a una contrastación crítica por parte de los mismos sujetos actores del proceso. De esta manera, éstos pueden preguntarse individual y colectivamente por el significado, las acciones y los sentidos de sus prácticas … para desmontarlas y reconstruirlas desde nuevos sentidos, más acordes con ese desarrollo humano y social que queremos, más acorde con esa transformación que buscamos al empoderar a los actores directos de la acción”[23].

Por lo tanto, la deconstrucción asumida como referente pedagógico permite sospechar de los saberes instalados en el imaginario individual, institucional y colectivo, para reconstruir ese saber a partir de los sentidos e intereses que comporta una educación por competencias, ya que es posible comprender y transformar en la medida en que se “sospecha” de lo aparentemente bueno, de lo que nos ofrecen como “normal” porque siempre se ha hecho así.

Aquí radica precisamente el arraigo tan fuerte que tienen en nuestra cultura escolar los currículos academicistas de corte asignaturista y disciplinar, y por eso las innovaciones pedagógicas y curriculares son tan escasas a pesar de contar con tantas herramientas (epistemológicas, pedagógicas, didácticas, metodológicas) que le dan cabida a propuestas curriculares alternativas. Si no se desaprende no es posible construir con otros sentidos.

   El diálogo de saberes. Es una práctica pedagógica, política y ética que reconoce en el otro un interlocutor, un sujeto que tiene un acumulado histórico que le da sentido e identidad a su vida y que por lo tanto está cargado de saberes y experiencias que no pueden ser desconocidos en la experiencia formativa. “La práctica del diálogo de saberes emerge como intercomunicación que recupera al sujeto y niega su cosificación, su adoctrinamiento y todo tipo de ejercicio de poder–saber que busque el sometimiento”[24].

Por lo tanto, el diálogo de saberes se constituye en un referente pedagógico. Referente, porque en el marco de los procesos de formación, reconoce a los participantes como interlocutores válidos, en el sentido que los asume como sujetos que permanentemente construyen saberes sobre su práctica. Obviamente, la construcción de saberes –que se da en el diálogo argumentado y respetuoso– no se da exclusivamente a partir de las identidades y del consenso; se da fundamentalmente desde los disensos, las diferencias, los conflictos, lo cual la convierte en una práctica privilegiada para hacer realidad la democracia en los procesos de formación.

Desde esta perspectiva, el diálogo de saberes es entendido como una práctica social fundamental en el proceso de construcción de una sociedad democrática. La propuesta de un currículo que integre las competencias se basa y se sustenta en este diálogo de saberes, con el argumento que no puede haber proceso formativo si no hay reconocimiento del otro, es decir, de sus identidades, saberes, creencias y proyectos, que entran en diálogo con otros saberes para ser más rico y complejo el proceso de enseñanza–aprendizaje.

En el siguiente esquema (cuadro 2) Alfredo Ghiso sintetiza las características fundamentales del diálogo de saberes, las cuales, a su vez, se constituyen en un importante dispositivo para hacer de la educación un proceso con sentido y significado por su mediación dialógica y por el reconocimiento del otro como sujeto.

Cuadro 2. Características  del diálogo de saberes
Naturaleza
Componentes
Fines
    Práctica social dialogal
    Carácter emancipador
    Intercultural
    Contexto
    Intereses
    Sujetos
    Interacción
    Interlocución
    Saberes
    Problemas
    Necesidades
    Recuperar
    Valorar
    Socializar
    Adecuar
    Producir
    Apropiar
    Resolver
    Actuar
Fuente:  GHISO, A. Cuando se rompe el silencio. Diálogo de saberes en procesos de educación popular. En: Revista La Piragua No. 7. Santiago de Chile: CEAAL, 1993.
   Formación en y para la acción. Las pedagogías contemporáneas no desarrollan procesos formativos para la acumulación de conocimiento, mucho menos si ese conocimiento no se conecta y entrelaza con los intereses de los sujetos que participan de la acción formativa. Por lo tanto, una estrategia educativa coherente debe reconocer que las personas se forman para la vida y para desempeñarse con un juicio crítico y propositivo dentro de ella.

Los conocimientos que se re–crean y se construyen en los procesos de formación deben ser lo suficientemente contextualizados y pertinentes como para que logren impactar los sentidos, los significados y las acciones; en esencia, deben ser comprendidos para que orienten la práctica de los sujetos en formación. Por eso, adoptar la formación en y para acción como referente pedagógico significa que el saber construido tiene razón de ser en función de las acciones que se despliegan con la intención de afectar y transformar la realidad.


De acuerdo con lo que plantea la Ley General de Educación, “el currículo es el conjunto de criterios, planes de estudio, programas, metodologías y procesos que contribuyen a la formación integral y a la construcción de la identidad cultural nacional, regional y local, incluyendo también los recursos humanos, académicos y físicos para poner en práctica las políticas y llevar a cabo el Proyecto Educativo Institucional” [25].

Como uno de los elementos estructurantes del currículo está el plan de estudios. La Ley lo define como “el esquema estructurado de las áreas obligatorias y fundamentales y de las áreas optativas con sus respectivas asignaturas que forman parte del currículo de los respectivos establecimientos educativos” [26].

En la educación formal, este plan debe establecer los objetivos por niveles, grados y áreas, la metodología y la distribución del tiempo, además de los criterios de evaluación y administración de acuerdo con el PEI y con las disposiciones legales vigentes.

El Artículo 77 de la Ley menciona que, teniendo en cuenta los límites fijados por ésta y por el PEI, las instituciones educativas del nivel formal tienen autonomía para organizar las áreas fundamentales definidas para cada nivel; introducir asignaturas optativas que están relacionadas con el énfasis de la institución; adaptar algunas de las áreas a las necesidades y características de la región; adoptar métodos de enseñanza; y organizar actividades formativas, culturales y deportivas dentro de los lineamientos, referentes y orientaciones establecidos por el Ministerio de Educación Nacional.

Las áreas obligatorias, fundamentales y optativas para los niveles de educación básica y media se establecen en la organización del plan de estudios y deben ofrecerse de acuerdo con el currículo y el PEI. El grupo de áreas obligatorias y fundamentales comprende como mínimo el 80% del plan de estudios. Éstas son: ciencias naturales y educación ambiental; ciencias sociales; educación artística; educación ética y valores; educación física, recreación y deportes; educación religiosa; humanidades; matemáticas; y tecnología e informática. Para la educación media estas áreas se dan en un nivel más avanzado y se introducen las ciencias económicas y políticas, así como la filosofía. Las áreas optativas corresponden al 20% del plan de estudios y son definidas por la institución de acuerdo con el énfasis o la modalidad.

El Decreto 230 de 2002[27] señala que el plan de estudios debe contener los siguientes aspectos:

   La intención e identificación de contenidos, temas y problemas de cada una de las áreas. Estos, además de satisfacer algo que no se conocía, deben permitir el desarrollo de la comprensión, el análisis crítico, la imaginación y la creatividad. Igualmente, son la base para apropiarse y resignificar valores y para desarrollar habilidades y destrezas. Los contenidos pueden seleccionarse a partir de tres criterios: las metas que se quieran alcanzar en las diferentes áreas o proyectos, las metodologías de trabajo seleccionadas y los procesos de innovación e investigación que se lleven a cabo en el marco de la propuesta educativa.

   La distribución del tiempo y la secuencia del proceso educativo, señalando en qué grado y periodo lectivo se ejecutarán las diferentes actividades. La secuencia del proceso está marcada en los objetivos específicos por nivel de escolaridad y en cada área existen niveles para lograr los propósitos y el perfil esperado. Además, el tiempo está incluido en los programas a partir de las actividades definidas. De esta forma, la organización se convierte en un instrumento que apoyará la distribución del trabajo educativo y que favorecerá el logro de las metas propuestas.

   Los logros, competencias y conocimientos que los educandos deben alcanzar y adquirir al finalizar los distintos periodos del año escolar, en cada área y grado, y según hayan sido definidos en el PEI dentro del marco de las normas técnicas curriculares que expida el Ministerio de Educación. El plan de estudios también debe incluir los criterios y procedimientos para evaluar el aprendizaje, el rendimiento y el desarrollo de las capacidades de los educandos.

   El diseño general de planes especiales de apoyo para estudiantes con dificultades en su proceso de aprendizaje. Éstos pueden determinarse a partir del conjunto de acciones planeadas y desarrolladas en el transcurso del año escolar, con el fin de que los alumnos logren las metas del grado no alcanzadas en las diferentes áreas de formación.

   La metodología aplicable a cada una de las áreas, señalando el uso de material didáctico, textos escolares, laboratorios, ayudas audiovisuales, informática educativa o cualquier otro medio que oriente o soporte la acción pedagógica. La metodología está relacionada con el tipo de modelo pedagógico seleccionado por la institución.

En cuanto a los recursos, es importante la organización del ambiente de trabajo y los elementos necesarios para que se logre una interacción individual y grupal, además de tener unas condiciones reales de funcionamiento para que lo planeado pueda llevarse a cabo en la práctica. Lo anterior requiere de tres tipos de recursos: humanos, físicos y materiales didácticos.

   Indicadores de desempeño y metas de calidad para la autoevaluación institucional como insumos para que la institución educativa revise sus desempeños en el periodo y los compare con las metas definidas y registradas en el PEI. También se debe contar con indicadores para monitorear si las metas fueron alcanzadas y en qué medida. La evaluación puede hacerse mediante procesos de autoevaluación académica o evaluaciones externas.



Para describir los aspectos fundamentales de cada una de las áreas se toman como referentes los lineamientos y los estándares básicos de competencias. A continuación se resaltan ciertas finalidades de la formación para cada una de las áreas.

·      Ciencias naturales y educación ambiental

En los planteamientos para esta área se afirma que se debe enfatizar en los procesos de construcción más que en los métodos de transmisión de resultados. Igualmente, se deben explicitar las relaciones y los impactos de la ciencia y la tecnología en la vida del hombre, la naturaleza y la sociedad.

Es así como los lineamientos[28] plantean como gran objetivo de formación desarrollar en los estudiantes un pensamiento científico que les permita contar con una teoría integral del mundo natural dentro del contexto de un proceso de desarrollo humano integral, equitativo y sostenible, que les proporcione una concepción de sí mismos y de sus relaciones con la sociedad y la naturaleza armónica con la preservación de la vida en el planeta.

·      Ciencias sociales

De acuerdo con los lineamientos curriculares para ciencias sociales[29] los objetivos para esta área son:

      Ayudar a comprender la realidad nacional (pasado–presente) para transformar la sociedad en la que los estudiantes se desarrollan.
      Formar hombres y mujeres que participen activamente en su sociedad con una conciencia crítica, solidaria y respetuosa de la diferencia y la diversidad existentes en el país y en el mundo.
      Propiciar en los estudiantes el conocimiento de sus derechos y el respeto por sus deberes.
      Propender para que las y los ciudadanos se construyan como sujetos en y para la vida.


·      Lengua castellana

Para esta área, la concepción del lenguaje[30] tiene una orientación hacia la construcción de la significación, a través de los múltiples códigos y formas de simbolizar. La significación se da en complejos procesos históricos, sociales y culturales en los cuales se constituyen los sujetos desde el lenguaje. Es a partir de éste que se configura el universo simbólico y cultural de cada sujeto (claro que también está en relación con otros sujetos). De acuerdo con Baena[31], la función central del lenguaje es la significación además de la comunicación.

En la planeación curricular propuesta por los lineamientos para lenguaje se hace énfasis en las competencias y en los actos comunicativos, y se definen seis nodos o ejes teniendo como horizonte una orientación hacia la construcción de la significación y la comunicación. Éstos son:

      Procesos de construcción de sistemas de significación.
      Procesos de interpretación y producción de textos.
      Procesos culturales y estéticos asociados al lenguaje.
      El papel de la literatura.
      Principios de la interacción y procesos culturales implicados en la ética de la comunicación.
      Procesos de desarrollo de pensamiento.

El lenguaje presenta un doble valor: uno subjetivo (intra-organismo en términos de Holliday)[32] para el ser humano como individuo y que se convierte en una herramienta cognitiva que le permite tomar posesión de la realidad y conciencia de sí mismo. Otro social (inter-organismo)[33], que resulta de asumir al ser humano desde la perspectiva individual y social, y que le permite establecer y mantener relaciones sociales con sus semejantes.

Estos valores del lenguaje[34] se encuentran íntimamente ligados y le otorgan un carácter transversal que influye en la vida del individuo y de la sociedad.

·      Inglés

La enseñanza del inglés como lengua extranjera tiene una finalidad inicial como una respuesta a las necesidades de la multiculturalidad.

En el desarrollo de competencias comunicativas en lengua extranjera entran en juego un factor interno y uno externo: el primero, constituido por el conocimiento y la apropiación que el individuo tiene de su lengua y de su cultura; y el segundo, por las interacciones entre las lenguas y las culturas. Es así como el idioma extranjero se convierte en una herramienta para construir una representación de mundo, en un instrumento para la construcción de conocimiento, para llevar a cabo aprendizajes, para el manejo óptimo de las nuevas tecnologías y para el logro de una plena integración social y cultural[35].

·      Educación física

Desde los lineamientos curriculares[36], la educación física se plantea como una práctica social, como disciplina pedagógica y del conocimiento, y como derecho del ser humano que la fundamenta como un proceso de formación permanente, personal, cultural y social, a través de la actividad física, recreativa y deportiva para contribuir al desarrollo del ser humano en la multiplicidad de sus dimensiones.

·      Educación artística

La educación artística[37] se fundamenta en la formación de los sujetos en el arte como patrimonio cultural, en el desarrollo de habilidades y destrezas artísticas en ellos para expresar desde su propia subjetividad su momento vital, en su transcurrir humanizante a través de formas creativas estéticas que les permitan asumirse como seres capaces de apropiarse de lo real mediante el disfrute de lo bello. Además, tiene en cuenta el conocer a partir del saber y sus posibles manifestaciones.






·      Matemáticas

El conocimiento matemático[38] en la escuela es considerado como una actividad social. En ésta se lleva a cabo la construcción de conceptos matemáticos mediante la elaboración de significados simbólicos compartidos.

La educación matemática propende por aprendizajes de mayor alcance y más duraderos, que no sólo hagan énfasis en el aprendizaje de conceptos y procedimientos sino además, en procesos de pensamiento ampliamente aplicables y útiles para aprender cómo aprender.

Mediante el proceso de formación matemática, los estudiantes desarrollan su capacidad de pensamiento y reflexión lógica; y adquieren instrumentos para explorar la realidad, representarla, explicarla y predecirla.

En concordancia con lo anterior, los estándares básicos de competencias en matemáticas plantean una visión diferente de esta área como creación humana, culturalmente mediada y de incidencia en la vida social, cultural y política de los ciudadanos.

·      Tecnología e informática

La educación en tecnología es de carácter interdisciplinar como lo es el conocimiento tecnológico. Se convierte en un componente transversal. El área tiene dos componentes discriminados: tecnología e informática, esta última como una expresión particular de la tecnología. La informática hace referencia a procesos integrales para el manejo de la información, de ahí que el estudiante debe aprender a procesarla y ser capaz de ejecutar operaciones básicas en un computador (manejo de paquetes para computador). No obstante, se espera que estas actividades estén enmarcadas en la necesidad de resolver problemas relacionados con las actividades tecnológicas, así como los generados por las distintas áreas curriculares.


El énfasis dado en la actualidad a las competencias básicas ha trasformado la educación de un ejercicio para la memorización de cuerpos estables de conocimiento al desarrollo de competencias cognitivas relacionadas.

Los campos conceptuales, procedimentales y actitudinales de las áreas, se tocan, cruzan e interrelacionan en el proceso de formación. De ahí que las competencias se evidencian con características semejantes para ciertas áreas. Lo anterior demuestra su vigencia en los procesos de formación en la escuela.

Es así como el Ministerio de Educación Nacional expresa que las competencias básicas están relacionadas con el pensamiento lógico matemático y las habilidades comunicativas, que son la base para la apropiación y aplicación del conocimiento científico provisto por las distintas disciplinas, tanto sociales como naturales. Además, son el punto de partida para que las personas puedan aprender de manera continua y realizar diferentes actividades en los ámbitos personal, laboral, cultural y social. De igual manera, permiten el desarrollo de las competencias ciudadanas y las laborales.

De acuerdo con lo anterior y teniendo en cuenta la naturaleza compleja del ser humano, y las características y componentes del currículo, entre ellos la integralidad y la transversalidad, se encuentran múltiples interrelaciones entre los dominios de las áreas. Por tanto, muchos de sus procesos, conocimientos asociados y procedimientos se relacionan y complementan. Las competencias básicas, en consecuencia, presentan acciones que no son exclusivas de una única área, por el contrario, se requiere el concurso de múltiples desempeños que permitan evidenciar la competencia.

Por ello, y para el diseño de un plan curricular desde la concepción de competencias, en el gráfico 1 se presenta una agrupación de las áreas en tres tipos de competencias.

En el gráfico se puede observar que las áreas se han unido de acuerdo con ciertas características comunes que permiten integrarlas a un mismo tipo de competencias. A continuación se presentan algunos aspectos que fundamentan la agrupación del conjunto de dichas áreas a un determinado tipo de competencia.

Lo anterior no implica, por supuesto, que en el desarrollo de los procesos de las áreas no se evidencien desempeños típicos de otro tipo de competencia. Lo que permite esta organización es disponer de un número más pequeño de referentes (competencias) para poder hacer el seguimiento y la evaluación de una manera más clara y viable.






Gráfico 1. Competencias básicas
Fuente: elaboración propia.



En el ámbito escolar colombiano, específicamente en la básica secundaria y la media, la formación en ciencias ha transitado por diversas propuestas y enfoques pedagógicos y curriculares que han puesto en entredicho el alcance de esta intencionalidad en los estudiantes que egresan del sistema educativo para enfrentarse al mundo del trabajo o a la educación superior.

Uno de los enfoques preferidos para la formación en ciencias es el que privilegia la transmisión de conceptos y procedimientos propios del campo académico–disciplinar, es decir, aquel que toma las distintas teorías científicas y las adecua didácticamente al nivel de comprensión de los estudiantes, en el mejor de los casos.

Este proceder lleva implícita la creencia que el acercamiento al mundo de la ciencia (desde sus conceptos, teorías y procedimientos) por parte de los estudiantes es suficiente para crear en los jóvenes la actitud y el espíritu científico que pueden ser capitalizados en otros ámbitos de formación o proyección laboral. Las preguntas de fondo en este enfoque son:

   Para alcanzar el pensamiento científico ¿es suficiente trasmitir, así sea de manera didáctica, las teorías y conceptos propios del mundo de la ciencia?
   ¿Es función de la escuela formar a los estudiantes como científicos (naturales y sociales) tal y como lo hace la educación superior y los institutos técnicos y tecnológicos?
   ¿Cuáles son los límites de esta finalidad escolar?
   ¿Los docentes están formados pedagógica y disciplinariamente para abordar este reto en la educación media?

Sobre esta tendencia curricular se puede concluir que la escuela sí tiene como misión acercar al estudiante al complejo mundo de la ciencia. No obstante, esto no se logra simplemente con la transmisión de contenidos, especialmente si éstos no pueden ser comprendidos, resignificados y aplicados en el contexto cultural de los estudiantes.



En ese sentido, los lineamientos curriculares y los estándares básicos de competencias para ciencias sociales y naturales proponen algunas reflexiones básicas a las instituciones educativas con la intención de sugerir caminos posibles que permitan construir un sentido y una propuesta para la formación en estas áreas.

Según el Ministerio de Educación[39], algunos de esos propósitos son:

   Contribuir a la consolidación de ciudadanos y ciudadanas capaces de asombrarse, observar y analizar lo que acontece a su alrededor y en su propio ser.
   Formularse preguntas, buscar explicaciones y recoger información.
   Detenerse en sus hallazgos y analizarlos, establecer relaciones, hacerse nuevas preguntas y aventurar nuevas comprensiones.
   Compartir y debatir con otros sus inquietudes, sus maneras de proceder y sus nuevas visiones del mundo.
   Buscar soluciones a problemas determinados y hacer uso ético de los conocimientos científicos.

Obviamente, el alcance de estos propósitos pasa por comprender el pensamiento científico como un proceso dinámico, complejo y para nada absoluto, en la medida en que la ciencia es una construcción cultural producto de las múltiples interacciones del ser humano con otros seres vivos y con los fenómenos naturales y sociales que a diario enfrenta.

Asumir una formación científica desde esta postura, y con las intencionalidades anteriormente descritas, implica realizar un proceso de transformación curricular para darle cabida a la ciencia como un patrimonio cultural de la humanidad que puede ser recreado y transformado a partir de las múltiples interacciones que se dan en el aula.

Además, dicho estudio y comprensión de la ciencia implica necesariamente asumir una postura crítica y ética, en el sentido que la ciencia, como un instrumento “al servicio del hombre”, ha dejado importantes legados para dignificar la vida de los seres humanos.

No obstante, la arrogancia antropocentrista ha dejado secuelas que limitan la calidad de vida. Fenómenos como el calentamiento global, la destrucción sistemática de los bosques y de infinidad de especies animales, la desertización y el aumento de enfermedades como resultado de la contaminación ambiental son apenas un pequeño ejemplo del desarrollo científico sustentando en el poder y el tener.

De acuerdo con lo expuesto, se ha podido establecer cómo las ciencias naturales y sociales se relacionan en aspectos como la forma de aproximarse al objeto de estudio a partir de acciones propias del estudio de la ciencia; así mismo, que en ambas existe un interés común por el estudio del entorno, del ser vivo y de las interrelaciones entre los mismos.

En el cuadro 3 se presentan las relaciones de las áreas de ciencias naturales y ciencias sociales de cara a la competencia científica.


Según Oliva, “la expresión ‘communicative competence’[40] se refiere a la habilidad de los hablantes nativos para usar los recursos de su lengua de forma que no fueran sólo lingüísticamente correctos, sino también, socialmente apropiados”[41].

Pérez también define la competencia comunicativa como “el conocimiento que nos permite utilizar el lenguaje como instrumento de comunicación en un contexto social determinado”[42]. Es un concepto dinámico basado en la negociación de significados entre los interlocutores, aplicable tanto a la comunicación oral como a la escrita y que se actualiza en un ámbito o una situación particular.

La competencia comunicativa se analiza en tres componentes[43]:

   Sociolingüístico: aspectos socioculturales o convenciones sociales del uso del lenguaje.
   Lingüístico: los sistemas léxico, fonológico y sintáctico; así como las destrezas y otras dimensiones del lenguaje como sistema.
   Pragmático: la interacción por medio del lenguaje, así como todos los aspectos extra y paralingüísticos que apoyan la comunicación.

A su vez, cada uno de estos componentes consta de tres elementos:

   Conocimientos declarativos: conceptos, es decir, un saber.
   Habilidades y destrezas: procedimientos, o sea, un saber hacer.
   Competencia existencial: actitudes, es decir, un saber ser.

*   Los procesos comunicativos

La comunicación es esencial para el ser hu­mano, pues por medio de ella interpreta su entor­no, establece vínculos con otros, manifiesta su interioridad y logra propósitos que van desde una relación afectiva hasta un buen tra­bajo.

En los Estándares Básicos de Competencias se asume el lenguaje como “la resultante de la interacción de factores mentales, biológicos, culturales y contextuales y es, en esa dirección, lo que nos permite suponer una explicación de este concepto como proceso psicológico y social que le permite a un individuo generar o participar en procesos cognitivos que contribuyen a su entendimiento del mundo que lo rodea”[44].

El marco teórico de referencia en el cual cada institución se apoya determina la intervención educativa. Por eso es tan importante explicitar el concepto que se tiene acerca del proceso comunicativo, la oralidad (habla), la escucha, la lectura y la escritura como habilidades básicas de la competencia comunicativa de cara a un planteamiento didáctico.

Si se piensa en una propuesta integrada en la que las competencias comunicativas, científicas, matemáticas, laborales y ciudadanas estén inmersas, los contenidos como pretexto para expresar significados no se dividirían en apartados, sino que se utilizarían con el fin de alcanzar determinados propósitos.

De esta forma, la lectura y la escritura no se realizarían a través de actividades desarticuladas, sino que se trabajaría el lenguaje dentro de situaciones comunicativas, desde una mirada global que ofrezca y permita un contacto significativo con múltiples oportunidades de escribir y leer: se analiza y se investiga para algo determinado. Por ejemplo, leer para buscar datos, escribir para registrarlos y clasificar objetos para ordenarlos.

Una forma de trabajo muy útil para el desarrollo de competencias comunicativas son los proyectos de aula, porque en ellos se escucha, indaga, cuestiona, pregunta, argumenta y debate; se utiliza el lenguaje y se reflexiona sobre su uso, con el fin de que los estudiantes se organicen y se comuniquen para registrar, recordar, conocer, disfrutar…

Los procesos cognitivos básicos son una llave para la construcción de los procesos superiores. Un déficit en los procesos lingüísticos llevará a problemas de comprensión y de aprendizaje en el conjunto del currículo escolar.

Cabe destacar que el lenguaje escrito se entiende como un instrumento cultural y que cuando éste es utilizado con significado genera conocimiento. En otras palabras, supone una estrategia de aprendizaje esencial en los procesos cognitivos. Debido a que modela, atraviesa e impregna todas las áreas del conocimiento, es fundamental que su planteamiento didáctico se ajuste a las necesidades educativas de los estudiantes.

Desde el punto de vista pedagógico, tanto los lineamientos curriculares como los estándares básicos de competencias propuestos por el MEN presentan un enfoque similar, que sitúa el papel del lenguaje como básico y fundamental en la formación escolar de los individuos.

El modelo curricular, entonces, debe enmarcarse en procesos en los que se privilegian las competencias básicas, las habilidades que éstas fortalecen y desarrollan, los saberes, las formas de comunicación, los enfoques para la construcción de conocimiento, el desarrollo cognitivo y social, la diversidad (étnica, social y cultural), la función de la lectura, la escritura y los demás soportes de la significación.

Esta propuesta para el departamento de Antioquia no sólo amerita la reflexión sobre lo que ocurre realmente al interior de las instituciones, sino también la posibilidad de incluir estrategias pedagógicas, a través de proyectos o de trabajos centrados en procesos.

Se busca así que la comprensión del desarrollo de las competencias y la generación de cambios realmente afecten las prácticas pedagógicas y, desde luego, incidan de manera positiva en la formación integral de los niños y jóvenes antioqueños.

Al realizar un trabajo pedagógico centrado en el desarrollo de la competencia comunicativa es necesario concebir las acciones y habilidades comunicativas como procesos fundamentales que reconocen etapas de desarrollo cognitivo en los estudiantes y, por supuesto, niveles de comprensión.

En el gráfico 2 se presentan las relaciones entre las áreas de lenguaje, inglés, educación física y educación artística de cara a la competencia comunicativa.






Gráfico 2. Relaciones entre las áreas de lenguaje, inglés, educación física y educación artística

La capacidad del lenguaje posibilita la conformación de sistemas simbólicos para que el individuo formalice sus conceptualizaciones. El énfasis hacia la comunicación y la significación es el norte.











La enseñanza comunicativa de lenguas privilegia el uso del lenguaje como elemento básico de la comunicación a través de la interacción. Mediante la apropiación del lenguaje, el educando se ubica en el lugar dentro de una red compleja de relaciones que lo definen a él y a la sociedad.




Competencia comunicativa







Los usos sociales del cuerpo precisan la forma como distintas sociedades y culturas forman y asignan significados al cuerpo en una determinada sociedad. Los individuos desarrollan una cultura sobre la corporalidad en la cual se integran hábitos, conductas, representaciones y acciones para la convivencia.

El desarrollo de las habilidades artísticas se relaciona con el uso de códigos simbólicos humanos, como lenguajes, gestualidad, pintura, notación musical; y con el cultivo de capacidades para emplear la metáfora, la ironía y otras formas de leer y escribir, propias de los diversos lenguajes.





La educación matemática debe responder a las nuevas demandas globales y nacionales, y a las relacionadas con una educación para todos, a la atención a la diversidad y a la interculturalidad, así como a la formación de ciudadanos para el ejercicio de sus derechos y deberes democráticos.

Para alcanzar estos propósitos y potenciar el pensamiento matemático en los estudiantes, es necesario admitir que el aprendizaje de esta área no se relaciona únicamente con aspectos cognitivos, sino que involucra además factores de orden afectivo y social, vinculados con contextos de aprendizaje particulares. Así mismo, se debe identificar el conocimiento matemático informal de los estudiantes en relación con las actividades prácticas de su entorno.





*   Pensar matemáticamente

Según Manson y otros[45], la visión del razonamiento matemático puede resumirse como el conjunto de respuestas a las siguientes preguntas:

   ¿Qué es el pensamiento matemático? Un proceso dinámico que, al permitir aumentar la complejidad de las ideas que se pueden manejar, extiende la capacidad de comprensión.
   ¿Qué se puede utilizar para desarrollarlo? Los procesos de particularización y generalización, conjeturas y convencimiento.
   ¿Cómo actúan? En tres fases (abordaje, ataque y revisión), asociadas a distintos estados emocionales (primeros contactos, al entrar en materia, al avanzar, con la intuición, al mostrarse escéptico, al contemplar).
   ¿Qué fases deben destacarse? El abordaje, porque es el fundamento del ataque; y la revisión, ya que es la menos conocida y la que más puede enseñar.
   ¿Qué sirve para mejorar el razonamiento matemático? La práctica con reflexión.
   ¿En qué se apoya el razonamiento matemático? En una atmósfera de interrogantes, desafíos y reflexión, con abundante tiempo y espacio.
   ¿Qué provoca el razonamiento matemático? Un desafío, una sorpresa, una contradicción o el descubrimiento de un vacío de comprensión.
   ¿A dónde lleva el razonamiento matemático? A un conocimiento más profundo de la persona, a una visión más coherente de lo que sabe, a una investigación más eficaz de lo que quiere saber, a una postura más crítica ante lo que oye y lo que ve.

Lo esencial se puede resumir así:

   Es posible razonar matemáticamente.
   Este proceso se puede mejorar mediante una práctica reflexiva.
   Es provocado por la contradicción, la tensión y la sorpresa.
   Se apoya en una atmósfera de interrogación, desafío y reflexión.
   Contribuye a que las personas se entiendan a sí mismas y a su comprensión del mundo.

Según los estándares básicos para el área, expedidos por el Ministerio de Educación, para ser matemáticamente competente un estudiante debe[46]:

   Formular, plantear, transformar y resolver problemas a partir de situaciones de la vida cotidiana, de las matemáticas y de otras ciencias.
   Dominar con fluidez distintos recursos y registros del lenguaje cotidiano y de los diversos lenguajes matemáticos.
   Razonar y usar la argumentación, la prueba, la refutación, el ejemplo y el contraejemplo como medios para validar y rechazar conjeturas, así como para avanzar en el camino hacia la demostración.
   Dominar procedimientos y algoritmos matemáticos; saber cómo, cuándo y por qué usarlos; y utilizarlos de manera flexible y eficaz.
   Modelar procesos y fenómenos de la vida real en contexto matemático.

En el cuadro 4 se presentan las relaciones entre las áreas de matemáticas y tecnología e informática de cara a la competencia matemática.

Cuadro 4. Relaciones entre las áreas de matemáticas y tecnología e informática
Matemáticas
C
O
M
P
E
T
E
N
C
I
A

M
A
T
E
M
Á
T
I
C
A
Tecnología e Informática
En matemáticas se desarrollan cuatro procesos generales:

Formular y resolver problemas.
Modelar procesos y fenómenos de la realidad.
Comunicar, razonar y formular.
Comparar y ejercitar procedimientos y algoritmos.

Por ejemplo, la modelación, entendida como un sistema figurativo mental, gráfico o tridimensional que reproduce o representa la realidad en forma esquemática para hacerla más comprensible hace uso de los recursos tecnológicos e informáticos.

Las nuevas tecnologías potencian los procesos de formación en competencias matemáticas. Las calculadoras, los computadores y, en general, los procesadores requieren del estudiante ciertas destrezas que ponen a prueba sus capacidades informáticas en el manejo de problemas matemáticos.

Las calculadoras gráficas constituyen una herramienta de apoyo para el estudio de funciones, pues ponen en juego las competencias matemáticas debido a la rapidez de respuesta a los cambios que introduzcan en las variables. Igualmente, por la información pertinente que pueda elaborarse con base en dichas respuestas y en los aspectos conceptuales relacionados con la situación de cambio que se está modelando.

El uso de los computadores contribuye a mejorar el desempeño en la competencia matemática ya que ha hecho más accesible e interesante para los estudiantes temas de la geometría, la probabilidad, la estadística y el álgebra.

Fuente: elaboración propia.
·      Competencias ciudadanas

La formación para la ciudadanía no es una finalidad nueva en el sistema educativo, menos aún en el colombiano. Históricamente, la educación ha sido pensada y articulada desde la triada de los tres saberes: saber disciplinar, saber productivo, saber cívico o ciudadano.

Dependiendo de la concepción curricular, un saber tiene más preponderancia que el otro, pero en esencia este triple propósito se mantiene en los sistemas actuales. La pregunta que es necesario hacerse es ¿qué tan efectivas han sido estas finalidades, particularmente la de educar para la acción cívica o el ejercicio ciudadano?

Al respecto, Abraham Magendzo presenta un preocupante balance de lo que ha sido la educación ciudadana en la escuela:

“La relación entre educación y ciudadanía es de vieja data, quizás está en la ontología genética propia de la educación. No podría ser de otra forma. La educación nació para formar ciudadanos. La pregunta que surge, entonces, es: ¿de qué tipo de ciudadanía y de qué ciudadanos estamos hablando?

Históricamente la respuesta ha tenido distintas expresiones en los contextos y tiempos múltiples en los que la educación se ha desarrollado. Desde una postura crítica se puede sostener que la escuela, en su calidad de agencia social, ha reproducido la visión ciudadana imperante en la sociedad; y, en muchas ocasiones, ha reforzado una ciudadanía vinculada a injusticias y desigualdades sociales. En este esquema, la escuela ha reproducido la división social del trabajo, las jerarquías sociales y, consecuentemente, ha formado ciudadanos distintos para ocupar lugares diferentes en la sociedad. Para el lugar más alto de la jerarquía social se ha encargado de formar ciudadanos empoderados, autónomos, que disponen, resuelven, inciden, deciden, e incluso que son llamados a permitir, ordenar y prohibir. En el peldaño inferior de la jerarquía, en el que se ubican las mayorías, la escuela ha contribuido a formar ciudadanos obedientes y dependientes, dóciles y disciplinados, subordinados y dominados. La escuela, en el esquema reproductor, ha reforzado, inclusive, la intolerancia, la discriminación, la segregación y la marginación”[47].

Este balance recuerda, de manera crítica y directa, lo que no debe seguirse haciendo en materia de educación para la ciudadanía en el sistema escolar. Es decir, la formación escolar no puede seguir siendo el lugar por excelencia donde se reproducen los esquemas sociales que sustentan la exclusión, la desigualdad, la injusticia y la violación sistemática de los Derechos Humanos.

Obviamente, los fines de la educación, los lineamientos curriculares, los estándares básicos de competencias ciudadanas y hasta los mismos PEI están fundamentados en los más importantes valores democráticos. No obstante, tal y como lo recuerda Gimeno Sacristán, “las ideas pedagógicas más aceptadas y potencialmente más renovadoras pueden coexistir y de hecho coexisten con una práctica escolar obsoleta”[48].

En ese sentido, hay que reconocer que las competencias ciudadanas son un aporte renovador para repensar y transformar los procesos de formación para la ciudadanía en la escuela, pero es necesario deconstruir las prácticas autoritarias y excluyentes que contradicen profundamente los fines y objetivos que persigue la educación.

Citando a Bernstein, Ianfrancesco expone que “el currículo son las formas a través de las cuales la sociedad selecciona, clasifica, distribuye, transmite y evalúa el conocimiento educativo considerado público. Bernstein considera que el currículum refleja la distribución del poder y los principios de control social” [49].

El anterior aporte recuerda que en las prácticas pedagógicas existen posturas que están muy arraigadas y, que por más progresistas que sean los fines y objetivos de la educación, vinculadas con la formación para la ciudadanía, mientras dichas prácticas no se transformen, será muy difícil formar para una ciudadanía activa consecuente con los Derechos Humanos.

Al ver el currículo como lo define Apple, “el conocimiento abierto y encubierto que se encuentra en las instituciones escolares”[50], las preguntas de fondo serían ¿cuál es ese conocimiento encubierto? ¿Por qué a los estudiantes no les gusta participar en proyectos de formación ciudadana? ¿Por qué a muchos docentes les sigue pareciendo que la educación ciudadana es un asunto de tercera? ¿Por qué en los contextos escolares son más vinculantes las lógicas del mercado que las lógicas de la ética ciudadana?

Los anteriores son los asuntos que tanto la política educativa como los diseños curriculares de las instituciones educativas tienen que enfrentar y resolver para desarrollar un proceso de formación en competencias ciudadanas acorde a las exigencias de la ética y los Derechos Humanos. Entonces, ¿qué significa formar para la ciudadanía desde las competencias?

En primer lugar, entender que los diferentes grupos de competencias ciudadanas (convivencia y paz; participación y responsabilidad democrática; pluralidad, identidad y valoración de las diferencias) tienen un sustento ético y político en los Derechos Humanos. No es posible desplegar una acción ciudadana si éstas no están referenciadas en un enfoque de derechos.

En segundo lugar, comprender que la formación ciudadana implica el reconocimiento y el fortalecimiento de los estudiantes como sujetos de derechos. En palabras de Magendzo, “el cometido central de la educación en Derechos Humanos es la formación de un sujeto de derechos”[51], porque conoce los cuerpos normativos, posee competencias lingüísticas, es capaz de actuar sobre el mundo, se comprende como sujeto autónomo en el reconocimiento de otros y es una persona vigilante de los demás.

Finalmente, se debe reconocer que la formación ciudadana es un asunto que trasciende las cátedras y las áreas –está en ellas–, pero no se agota ahí, porque la mejor forma de aprender la ciudadanía es ejerciéndola y para ello es necesario que la educación media se comprometa en el diseño y ejecución de proyectos de ciudadanía activa alrededor de los intereses de los estudiantes y de las necesidades más sentidas de sus comunidades.

Obviamente, la acción ciudadana no riñe con los conocimientos, porque una acción ciudadana que no esté acompañada de sólidos conceptos y de muy buenos argumentos, fácilmente perece en el activismo.

·      Competencias laborales generales

Las competencias laborales generales son “el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que un joven estudiante debe desarrollar para desempeñarse de manera apropiada en cualquier entorno productivo, sin importar el sector económico de la actividad, el nivel del cargo, la complejidad de la tarea o el grado de responsabilidad requerido”[52].

Las competencias laborales generales son necesarias en todo tipo de trabajo, ya sea en un empleo o en una iniciativa propia para la generación de ingreso. Son ejemplos de ellas la orientación al servicio, el uso de herramientas informáticas, el trabajo en equipo, la toma de decisiones, la resolución de problemas, el conocimiento del entorno laboral y el manejo de procesos tecnológicos básicos.

Estas competencias son transferibles, es decir, se aplican en cualquier ambiente donde existe una organización productiva: la familia, la comunidad, la empresa. Además, generan el desarrollo continuo de nuevas capacidades, y son observables y medibles, lo cual significa que es posible evaluarlas y certificar que una persona cuenta con ellas.

Formar a todos los estudiantes de educación básica y media en competencias laborales es uno de los objetivos de la política de articulación de la educación con el mundo productivo, incluidas las instituciones académicas o de carácter pedagógico. Para lo anterior es necesario contextualizar las competencias.

“La contextualización de las competencias hace referencia a la puesta en situación de los aprendizajes, de forma que aludan, ya sea a los contenidos, procesos, problemas, dinámicas e interacciones propias de los espacios productivos, a los que puedan enfrentarse los egresados de la educación media”[53]. Es decir que el estudiante tendrá muchos más elementos para enfrentarse al mundo productivo.

Esta contextualización puede darse a través de diferentes estrategias: introducción en los currículos y en las diferentes actividades escolares; recuperación de las experiencias de los estudiantes que trabajen y que sirvan de análisis y casos para ser recreados; conocimiento de las nuevas formas del mercado laboral internacional y nacional, a través de la realización de simulaciones al respecto.

“La contextualización permite a los estudiantes ver la relación entre los desarrollos del aula y la vida ‘real’, y puede darse en diferentes niveles:

  Análisis y discusión particular y conjunta de las experiencias cotidianas y aprendizajes previos de los estudiantes.

  Práctica de competencias en situaciones simuladas.

  Trabajo de aula organizado en actividades y proyectos en los que cambian el papel del docente, el uso y control del tiempo, y la participación de otros actores de la comunidad educativa para parecerse a la vida laboral.

  Acercamiento a espacios reales en los grados más avanzados. En este caso, es posible acceder a organizaciones, incluso en la misma institución, en las que además de comprender el funcionamiento de las entidades productivas y reales, los estudiantes pueden aplicar las competencias aprendidas y pueden encontrar retroalimentación sobre lo que sus comportamientos les puedan ocasionar. Estas se convierten en experiencias significativas para definir el ‘ser’ y construir el proyecto personal de desarrollo”[54].

Además, “las actividades contextualizadas son principalmente situaciones problema, reales o simuladas, en las que los estudiantes deben producir nuevas ideas o formas de comportamiento para solucionarlos. Es recomendable que reflejen la realidad del entorno y que sus resultados tengan probabilidad de ser aplicados, pero experimentando las contingencias propias de la vida laboral: cambio de planes, restricciones de tiempo y recursos, grupos preestablecidos de trabajo, por ejemplo. Por último, deben promoverse en un ambiente basado en la confianza que permita a los jóvenes desarrollar su autoestima, su capacidad de actuar autónomamente y de relacionarse de forma cordial y positiva con los pares y con la autoridad[55].

Para atender a un currículo por competencias, la estructura del plan de estudios de la educación media debe tener una articulación explícita entre las competencias básicas (científica, matemática y comunicativa), el ejercicio de la ciudadanía y la educación para el trabajo docente. El gráfico 3 muestra la relación entre estos elementos.





Gráfico 3. Relación de las diferentes competencias
Fuente: elaboración propia.






[1]         GIROUX, Henry. ¿Está el campo del currículo en estado de estancamiento, incapaz de desarrollar tanto intenciones emancipadoras como nuevas posibilidades curriculares? En: Los Profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Barcelona: Paidós, 1997. p. 51.  
[2]         MAGENDZO, Abraham. Currículum, educación para la democracia en la modernidad. Bogotá: PIIE–Instituto Luís Carlos Galán, 1998 p. 18.
[3]        SCHIRO, Michael, citado por MAGENDZO, Abraham. Ibid.
[4]         FLÓREZ, R. Hacia una pedagogía del conocimiento. Bogotá: Mc Graw Hill, 1997. p. 248 y 249.  
[5]         ICFES. Nuevo Examen de Estado para el ingreso a la educación superior (propuesta general). Bogotá: ICFES–MEN, 1999. p. 17.
[6]          BERNETT, citado por GÓMEZ, J. Aprendizaje ciudadano y formación ético– política. Bogotá: UDFJC, 2005. p. 23.
[7]         AGUDELO, Elkin Darío. El nuevo enfoque curricular para la enseñanza de las ciencias sociales en la educación básica y media. En: Nuevas ciencias sociales (propuesta curricular integrada). Libro guía para el docente. No. 1. Bogotá: Educar, 2007. p. 14.  
[8]         VASCO, C. Estrategia MEN–ASCOFADE: Formación de formadores en estándares de competencias básicas y ciudadanas. Bogotá: MEN, 2005. p. 14.
[9]        DELORS, J.  Op.cit., p. 32.
[10]       Ibid, p. 32.
[11]        Pinto, L. De la escuela a la sociedad educadora. En: Compresiones sobre ciudadanía. Bogotá: MEN–Editorial Magisterio, 2005. p. 73.
[12]        REPÚBLICA DE COLOMBIA. Op. cit., Articulo 5.
[13]        Padilha, P. R. Educación ciudadana e intertranscultural. En: Compresiones sobre ciudadanía. Bogotá: MEN–Editorial Magisterio, 2005. p. 106.
[14]       MORIN,  E., citado por TOBON, Sergio. Formación basada en competencias. Bogotá: ECOE, 2004.
[15]        PINTO CUETO, Luisa. Currículo por Competencias: necesidad de una nueva escuela. En: Asociación de Publicaciones Educativas No. 43 (marzo 1999). p. 10–17.
[16]       TOBÓN, Sergio. Op. cit.
[17]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Transversalidad de los estándares básicos de competencias [documento en línea]. En: Al Tablero No. 30 (jun-jul 2004). Disponible en internet en: http://www.mineducacion.gov.co/1621/article–87450.html  Fecha de consulta: 30 de junio de 2007.
[18]        SCHIRO, Michael. Curriculum for better schools. The great debate. New Jersey: Educational Publications, 1978.
[19]       INSTITUTO TECNOLÓGICO Y DE ESTUDIOS SUPERIORES DE MONTERREY. Las estrategias y técnicas didácticas en el rediseño [documento en pdf]. Disponible en internet en: http://www.itesm.mx/va/dide/documentos/inf–doc/proyectos.PDF Fecha de consulta:  25 de julio de 2007.
[20]       GIMENO SACRISTÁN y PÉREZ GÓMEZ. Comprender y transformar la enseñanza. Madrid: Morata, 2005. p. 33.
[21]        Touraine, A. ¿Podremos vivir juntos? Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1996.
[22]       MEJÍA, M.; AWAD, M. Educación popular hoy. Bogotá: Aurora, 2004. p. 167.
[23]       Ibid., 169.
[24]        GHISO, A. Cuando se rompe el silencio. Diálogo de saberes en procesos de educación popular. En: Revista la Piragua No.7. Santiago de Chile: CEAAL, 1993. p. 33.
[25]       REPÚBLICA DE COLOMBIA. Op. cit. p. 47.
[26]       REPÚBLICA DE COLOMBIA. Op. cit. p. 48.
[27]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Finalidades y alcances del Decreto 230 del 11 de febrero de 2002. Currículo, evaluación y promoción de los educandos, y evaluación institucional. Bogotá: Enlace, 2002. p. 71-102.
[28]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Lineamientos curriculares. Ciencias naturales. Bogotá: MEN, 1998.
[29]       MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Lineamientos curriculares. Ciencias sociales. Bogotá: MEN, 2002.
[30]       MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Lineamientos curriculares. Lengua castellana. Bogotá: MEN, 1998.
[31]       Desde la década de 1980, Luís Ángel Baena propone la idea de orientar el trabajo sobre el lenguaje hacia la significación.
[32]       HOLLIDAY, M.A.K. El lenguaje como semiótica social. México: Fondo de cultura económica, 1982.
[33]       Ibid.
[34]       MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Estándares básicos de competencias en lenguaje, matemáticas, ciencias y ciudadanas. Documento No. 3. Bogotá: MEN, 2006.
[35]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Lineamientos curriculares. Idiomas extranjeros. Bogotá: MEN, 1999.
[36]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL.  Lineamientos curriculares. Educación física. Bogotá: MEN, 2000.
[37]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL.  Lineamientos curriculares. Educación artística. Bogotá: MEN, 2000.
[38]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL.  Lineamientos curriculares. Matemáticas. Bogotá: MEN, 1998.
[39]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Estándares básicos de competencias en lenguaje, matemáticas, ciencias y ciudadanas. Op. cit., p. 98.
[40]       Introducida por vez primera en la literatura por Dell Hymes en 1972.
[41]        OLIVA, J. Las competencias comunicativas desde una mirada sociolingüística. En: Las I Jornadas Regionales de lecto–escritura de Castilla La Mancha. Villarrobledo: Centro de Profesores y Recursos, 1998.
[42]        PÉREZ, M. C. Linguistic and communicative competence. En: MCLAREN, N. y MADRID, D. A. Handbook for TEFL. Marfil, Alcoy, 1996.
[43]        UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA. La formación docente en América Latina. Bogotá: Magisterio, 2004.
[44]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Estándares básicos de competencias en lenguaje, matemáticas, ciencias y ciudadanas. Op. cit., p. 21.
[45]        MASON, J.; BURTON, L. y STACEY K. Pensar matemáticamente. Ministerio de Educación y Ciencia. Barcelona: Labor, 1989. p. 23.
[46]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Estándares básicos de competencias en lenguaje, matemáticas, ciencias y ciudadanas. Op. cit., p. 51.
[47]       MAGENDZO, Abraham. Por una escuela de ciudadanía y democracia. En: Compresiones sobre ciudadanía. Bogotá: MEN–Editorial Magisterio, 2005. p. 185.
[48]        GIMENO SACRISTÁN y PÉREZ GÓMEZ. Comprender y transformar la enseñanza. Madrid: Morata, 2005. p.  15.
[49]        Iafrancesco, G. Op. cit., p. 20.
[50]       APPLE, citado por Iafrancesco, ibid., p. 22.
[51]        Magendzo, A. Por una escuela de ciudadanía y democracia. En: Compresiones sobre ciudadanía. Bogotá: MEN–Editorial Magisterio, 2005. p. 37.
[52]        MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL. Articulación de la Educación con el mundo productivo. Competencias laborales generales. Op. cit., p. 6.
[53]       QUALIFICAR. Estrategias y alternativas para la formación de competencias laborales. Guía metodológica. Fe y Alegría Colombia. Bogotá: Fe y Alegría, 2006. p. 48.
[54]       QUALIFICAR. Educación pertinente: Emprendedores para la sociedad del conocimiento. Medellín: Secretaría de Educación de Medellín, 2005. p. 20.
[55]       QUALIFICAR. Estrategias y alternativas para la formación de competencias laborales. Op. cit., p. 51.

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